lunes, 19 de julio de 2010

“LO QUE UNO SIEMBRA ESO RECOGE…” (Ga.6)

Erase un dia un niño que gritaba en el monte mientras jugaba y observó como allá en la lejanía otro niño repetía sus mismas palabras. Asombrado preguntó ¿quién eres? Y el otro niño repitió lo mismo: ¿Quién eres?. El niño empezó a enfadarse por esa actitud de repetír insistentemente sus palabras. Al final y ya muy enfadado empezó a unsultarlo y al ver que el otro también repetía los insultos, fue subiendo su tono y su agresividad contra ese desconocido, que se los devolvía de igual forma.
Harto ya de recibir tantos insultos de ese desconocido, corrió de un lado a otro para buscarlo, pero no encontró a nadie. Al final cansado y furioso, marchó a su casa a consolarse con su abuela. Le contó todo lo sucedido y los insultos recibidos del niño misterioso.
Estás totalmente engañado, le dijo su abuela. Lo que has escuchado ha sido el eco de tus propias palabras. Si tu hubieras dicho palabras amables, buenas y cariñosas, el otro niño te hubiera respondido de esa misma manera.
Y es que lo que uno siembra eso recoge…porque nosotros somos lo que es nuestra vida. Tal vez deberíamos todos plantearnos como es nuestra siembra y sin duda sabríamos como será nuestra cosecha. No podemos pedir de nuestro hermano, la caridad que nosotros no tenemos. “Dad y se os dará…” “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis…” “Hay mas felicidad en dar que en recibir…”
El Evangelio nos muestra un buen número de los que dan por Amor: ¿Recordais al que se desprendió de sus panes y sus peces para que pudiera comer la multitud…o a la viuda del Obolo… A Nicodemo y José de Arimatea… o a los Reyes Magos… o los pastores…? Todos han dado por Amor, a cambio de nada. Y por el contrario encontramos al joven rico…o a los leprosos que ni siquiera volvieron a dar gracias… o los de Belén que no prestaron su casa para la noche mas santa… ¡Cuánto egoismo..! Y al final la vida nos devuelve el eco de nuestras acciones.
Tal vez debiéramos plantearnos cada día qué es lo que he dado yo hoy en lugar de qué es lo que he recibido. Porque en el fondo lo hemos recibido todo a cambio de nada y la gran mayoría de veces no solo no damos nada sino que nos dedicamos a poner obstáculos en el camino de los demás y lo que todavía es peor, en nuestro propio camino.
Tal vez algunos recuerden aquella Oracion del Caminante que entre otras cosas pide que “los obstáculos que me encuentre en el Camino no sean los que yo mismo me ponga…”

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