jueves, 1 de abril de 2021

LA ORACION COMO CAMINO HACIA DIOS

En la oración encontramos aquel bálsamo para poder soportar todas las vicisitudes que se presentan en nuestro duro camino.

Orar es hablar con Dios. Este acto tan sublime jamás podría ser mecánico o meramente repetitivo. La oración debe ser hecha desde lo más profundo de nuestro corazón, con verdadera devoción a lo Divino. La ciencia de orar consiste en tener un correcto estado de conciencia, formular las peticiones y decir con el corazón. Las oraciones son fórmulas para llegar a Dios. Hay que llegar a Dios con el corazón. Una oración bien hecha establece una conexión entre lo humano y lo Divino.

¿Sentimos acercarnos a Dios mientras oramos?

Muchas veces oramos sin estar conectados con los planos superiores de Conciencia. Repetir una oración sin una preparación, sin la "ciencia de orar", no nos traerá prácticamente ningún beneficio. Hay que tener verdadera convicción, humildad y algo más. Hay que expresar en esos instantes la Conciencia, porque ella es la vía de experiencia directa con nuestro propio Dios, que desde lo más profundo envía su sabiduría para indicar el Camino de la Redención, “porque tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Así hablaba nuestro Divino Redentor.  (Mateo 6:6)

la Fe es el poder más tremendo que existe en el Universo. La Fe mueve montañas. 

La oración y la Fe son hermanas. Tener Fe significa tener una experiencia directa con Dios. Una oración hecha de forma adecuada, con el alma y con el corazón, puede elevarse hasta los cielos y seguir palpitando en el Cosmos infinito. Así, nos identificamos ante Dios como hombres y mujeres sedientos de paz, amor y sabiduría.

La oración puede ser para pedir una cura, un perdón, para agradecer o pedir protección tanto para uno mismo, como para el prójimo o para toda la humanidad.

La oración más poderosa conocida es el "Padre Nuestro" enseñado por el gran Maestro Jesús. Un Padre Nuestro bien hecho requiere mucha reflexión y mucha meditación. Cada petición debe ser asimilada por nuestra Conciencia, por eso en palabras del propio Divino Redentor, “cuando oreis, no useis vanas repeticiones” (Mateo 6:7).

 

 

 

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