jueves, 29 de octubre de 2015



INTERVENCION DEL PADRE DAMASO EN LA ASAMBLEA INTERCONFESIONAL CONMEMORANDO EL ESPIRITU DE ASIS
VIGO: 28.10.2015
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Bendito es el Reino del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amen.
Hermanos en el sacerdocio, hermanos todos:
La Paz con todos vosotros
Cuando esta mañana empece a hacer estos apuntes para hablarles sobre la paz me acorde de las bienaventuranzas, cuando el Maestro nos dijo: Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios…porque la paz hoy y siempre solo puede estar en los limpios de corazón. Nosotros al empezar la Divina Liturgia, oramos por la paz que de lo Alto viene…Cualquier otra forma de paz, no es paz. La paz solo viene de lo alto, la paz solo esta en los limpios de corazón.
Cuando dije que venia a hablar de la paz, una señora me decía: Es que hay tantas guerras en el mundo… pero yo no vengo a hablar de esas guerras ¿Qué podemos hacer nosotros?  Vengo a hablar de la paz…pero de nuestra paz.
El año pasado yo insistia aquí en esa paz personal, familiar, en esa paz en nuestro entorno. Algunos de Vds. seguro estaban aquí. Yo me pregunto, qué hay de aquello? Que hemos hecho para buscar la paz?  Y hoy se lo voy a repetir y el próximo año, si Dios me permite estar aquí, se lo recordare otra vez.
Pero hoy quiero dejarles un pequeño mensaje: Dios quiere hombres y mujeres de paz, de paz en el alma y en el corazón. No quiere hombres y mujeres que se lamenten porque no hay paz en el mundo. Dios no quiere lamentadores sino trabajadores por la paz.
Cómo podemos hablar nosotros de paz, si no tenemos esa experiencia personal…?
Recordemos al hombre del evangelio que acude al Maestro para que le libere de los demonios que le atormentaban. Como le contaba que deambulaba por la vida sin poder regresar a la casa de su padre. Como había acudido a curanderos e incluso a sus discípulos y nadie pudo hacer nada. Jesus le pregunta como te llamas y le dice: Legión o Multitud…porque dentro de él había y una Legión, una multitud de demonios. El demonio de la Ira, de la envidia, de la lujuria, el demonio de los celos, ambición, maldad, avaricia, soberbia…multitud de demonios que solo el Maestro puede expulsar. Y cuando los discípulos sorprendidos le preguntan, El les dice: estos demonios solo pueden expulsarse con la Oración. Y es asi como este hombre pudo regresar a la Casa del Padre y por el camino iba explicando a la gente su experiencia personal. Y dice el evangelio que la gente creía. Y los ciegos que recuperaban la vista y los paralíticos que caminaban de nuevo…todos ellos contaban a las gentes su experiencia personal y la gente creía.
Nosotros, como el hombre del evangelio, en nuestro regreso existencial hacia la Casa del Padre, nuestra Ciudad Eterna, la Jerusalen Celeste,  qué les contamos a la gente? ¿Les hablamos al dictado o les contamos con toda normalidad nuestra experiencia personal con Cristo? No suceda que de tanto estar cerca de El, seamos aquella multitud que fascinada le rodea y le oprime pero no vive realmente la experiencia de ese encuentro con el Maestro. Y sin embargo llega aquella mujer que llevaba 12 años con hemorragia y se abre paso entre la multitud, silenciosa, discreta, normal, buscando solo tocar la orla de su túnica. Solo buscaba eso porque su fe era tan inmensa que lo suplía todo. Recuerdan cuando dice Jesus quién me ha tocado porque yo sentí que de mi ha salido una energía?
¿Es tan grande nuestra fe que somos capaces de arrancar al Maestro esa energía para nosotros? No será que nosotros somos esa multitud fascinada que se conforma con estar cerca de Jesús, pero sin mover un dedo…? ¿A quien creería la gente? A esa mujer normal que cuenta con normalidad su pequeña-gran experiencia personal o a la multitud que simplemente hoy le aclama y mañana le crucifica?
Cuando contamos a la gente lo que vivimos la gente cree porque ve hechos, cambios, transformaciones, entrega sin limites… Pero ¿hemos cambiado nosotros? Desde el año pasado, desde el mes pasado, desde la ultima semana, en qué somos diferentes?
Donde esta la Sal de la tierra? Nosotros somos la sal de la tierra…Lo hemos pensado alguna vez? Somos conscientes de tanta responsabilidad? Sabemos en donde nos hemos metido?
Hace algo mas de 20 años que yo vivo la Ortodoxia. Haciendo yo el doctorado conoci y me impacto la Oracion del Corazón, que es la mística de la Iglesia Ortodoxa. Recuerdo que un compañero me dijo, piensa bien en donde te metes porque cuando experimentes la profundidad de esta mistica ya nunca podras dejarlo….Y aquí estoy… Y me pregunto de nuevo ¿Somos conscientes del encargo del Maestro? Como vamos a salar nosotros al mundo, si ni siquiera salamos nuestra comida…
Las grandes guerras, son fruto de las pequeñas guerras…Una sociedad desestructurada es fruto de unas familias desestructuradas… Pero Dios no quiere lamentadores sino luchadores…Guerreros de la Paz…
Yo les propongo hoy salir de aquí con el firme propósito, con la firme convicción de que vamos a buscar la paz. Primero dentro de nosotros, cada uno sabrá cómo y si no que pida ayuda en su iglesia. Despues con los que están a nuestro lado, con aquellos con los que convivimos y cuanto mas conflictivos sean los que nos rodean mas hemos de agradecer a Dios, en silencio, que nos permita practicar la sagrada virtud de la paciencia y de la caridad…No culpemos nunca al otro de nuestros males. Son nuestros males no del prójimo.
Nosotros hemos de ser siempre los “Bomberos de Dios”, los apagafuegos, los pacificadores permanentes. Dialogantes sin limite. Pero siempre en las cosas pequeñas, en lo cuotidiano de nuestra casa, de nuestra familia, de nuestros amigos… Y si un día nos pasamos volvemos a empezar y recuerden aquello que un día me dijo mi obispo: Recuerde que al final siempre esta la confesión… Con esta actitud y una voluntad de acero llegaremos a experimentar esa paz interior profunda que nos transforma que nos hace normales. Porque nosotros tenemos que ser normales. Dios no nos llama a la heroicidad nos llama a ser normales.
Pero, que es una persona normal? Pues aquella que vive con normalidad, que se alegra de la felicidad del prójimo, que sufre con los que sufren, que ayuda a los que lo necesitan, que sabe ceder en las cosas pequeñas para que el hermano se sienta bien, que tiene las cosas claras en la vida, que tiene su escala de valores perfectamente definida. Que sabe dar al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios…
Mi abuela marco mi vida porque era una persona normal. Yo marche a los 9 años al Seminario y fue ella quien me orientó, me aconsejó hasta en los mas minimos detalles. Yo veía como en casa hacia que todo funcionara como una balsa de aceite, como cedia discretamente en los pequeños detalles, como era inflexible en los valores incuestionables de familia, pero todo estaba siempre muy claro, todo era siempre normal. Llegué yo de vacaciones y ella llevaba una semana en cama, como si me estuviera esperando… Me mando llamar al cura de la parroquia y hablamos los tres casi toda la tarde. Esa noche nació al cielo con la misma normalidad con la que vivio aquí.
De ella aprendi los valores mas grandes de la vida y a vivir con normalidad.
Nosotros hemos de tener las ideas muy claras. Saber que los valores son eternos y que las cosas son del tiempo. Nuestra vida nos la han alquilado por unos años…nuestra casa ayer era de alguien, hoy es nuestra, mañana será de otro…todo pasa. Cuanto tenemos lo tenemos con un contrato de fin de obra…y sin embargo nos dejamos la vida en ello y nos olvidamos de rentabilizar los talentos que hemos recibido, para cuando venga el dueño de la hacienda.
Recordémonos cada uno que todo  lo que tengo no soy yo, ni siquiera mi cuerpo soy yo,  yo soy un valor eterno que he llegado aquí solo a esta vida y me ire solo y al atardecer de la vida me examinaran del amor (como dice la canción) y no de cuanto he recaudado.
Seria una bendición del Espiritu Santo que hoy saliéramos de aquí con estas dos cosas claras en lo mas profundo del corazón: -Que Dios no quiere lamentadores sino luchadores y que Dios no quiere héroes sino que quiere personas muy normales. Aquí esta contenido todo el Espiritu de Asis, todo el Espiritu de la Paz.
La Paz sea con todos vosotros

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