lunes, 6 de septiembre de 2010

MEDITACION SOBRE LA DIVINA LITURGIA
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Evangelio
EL DIÁCONO REPITE: "Sabiduría" y sale a incensar la Iglesia, recordando de esta manera la pureza de espíritu con la cual debemos atender las palabras fragantes del Evangelio.
El coro entona "Aleluya," que anuncia la venida del Señor para hablarnos con las palabras del Evangelio.
El Diácono sale con el Evangelio, y adelante va una persona con un cirio, significando la Luz de Cristo, La persona que lo lleva, representa a San Juan Bautista, que fue testigo de la Luz. El Sacerdote desde el Santuario exclama: "Sabiduría." Estemos atentos, escuchemos el Santo Evangelio. "La paz sea con todos." El coro responde: "Y con tu Espíritu."
Inclinando la cabeza con reverencia y atendiendo la lectura del Evangelio como a Cristo mismo hablando las Bienaventuranzas de la montaña, todos se empeñan a recibir en sus corazones la Semilla de la Santa Palabra que el Sembrador Divino siembra por medio del Sacerdote o Diácono. Al terminar, el Sacerdote exclama al Diácono "Paz a ti que proclamáis proclamas el Evangelio."
Habiendo sido dignos de oír el Santo Evangelio, todos los presentes exclaman con el coro: "Gloria a tí Señor, Gloria a tí."
Ahora las Puertas Reales se cierran significando que no hay otra puerta al Reino del Cielo, sólo la que abrió Jesús cuando dijo: "Yo soy la puerta."

Letanía de la Súplica Ardiente
EL DIÁCONO, representando un Angel, vuelve a exhortar a los fieles a orar con más fervor y con todo su corazón diciendo: "Digamos con toda nuestra alma y con toda nuestra mente, digamos."
Esta cadena de peticiones se llama "de la súplica ardiente," porque el coro y el pueblo responde no solo una vez, sino tres veces: "Señor ten piedad."

Despedida de los Catecúmenos
AL TERMINAR, sigue la Letanía de los catacúmenos catecúmenos, que eran en tiempos pasados, personas que no estaban todavía bautizadas y aprendían la religión. El Sacerdote ora secretamente por los catecúmenos y termina diciendo: "A fin de que ellos también glorifiquen tu hermosísimo Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por todos los siglos"; El coro, concluye "Amén."
Finalmente el Diácono exclama: "Que salgan todos los catecúmenos," repitiéndolo tres veces. En el pasado, esto se decía para recordar a los catecúmenos que salieran del templo, porque no era permitida su presencia durante el Santo Sacrificio.

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